Aquella no era una sensación extraña en Tommy. La tenía a menudo,
principalmente con las chicas que trabajaban en las ventanillas de los
restaurantes de comida rápida. Se alejaba en coche con el olor a patatas fritas
y el regusto amargo del desamor en la boca. Normalmente le daba para un cuento.
Estaba un poco jadeante cuando llegó junto a ella.
-Solo quería disculparme por Simon. Es... Es...
-¿Un imbécil? -dijo ella.
-Bueno, sí. Pero...
-No pasa nada -dijo ella-. Gracias por venir al
rescate. - Se volvió para seguir su camino.
Tommy tragó saliva con esfuerzo. Para aquello había ido a la
ciudad, ¿no? ¿Para arriesgarse? Para vivir al límite. Sí.
-Perdona -dijo. Ella se volvió otra vez-. Eres
realmente preciosa. Sé que parece una frase hecha. Es una frase hecha. Pero...,
pero en tu caso es cierto. Gracias. Adiós.
Ella le sonreía.
"La sanguijuela de mi niña" de Christopher Moore.
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